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15 May, 2007

HACE AN~OS : SOBRE LA FORMA DE AYUDAR A LOS NIÑOS

HACE AÑOS cuando las izquierdas eran complices y escondian el crimen...! PIA wrote: From: "PIA" Subject: SOBRE LA FORMA DE AYUDAR A LOS NIÑOS HACE AÑOS Date: Sun, 22 Apr 2007 19:53:12 -0300 REVISTA DEL DOMINGO14/06/98 Uno de los episodios menos conocidos y sin embargo más terribles de la historia reciente de España fue el trágico destino de muchos de los niños enviados a la Unión Soviética como refugiados durante la Guerra Civil. De su infortunio fueron cómplices silenciosos los dirigentes del PCE instalados en el exilio de Moscú Por César Vidal La propaganda soviética utilizó a los refugiados españoles durante la Guerra Civil y después los abandonó a su suerte En el curso 1941-42, más de la mitad de los niños padecía tuberculosis y no menos del 15% había muerto En Samarkanda y Tiflis, las niñas prostitutas españolas llegaron a hacerse célebres entre los jerarcas del partido Los juguetes rotos de Stalin Un historiador revela la trágica verdad de los niños de la guerra en la URSS H abían pasado ya varios meses desde el estallido de la guerra civil española cuando, temiendo las víctimas civiles que podían ocasionar los bombardeos del arma aérea de Franco, se planteó la posibilidad de evacuar a un determinado número de niños a distintos países extranjeros. Aunque los lugares de destino fueron variados --de Gran Bretaña a Bélgica pasando por Francia-- la propaganda comunista logró que en la mente de buen número de españoles la protección de los niños quedara vinculada de manera casi exclusiva a la URSS. Esta actitud sirvió de arma propagandística, pero sobre todo tuvo el resultado de correr un siniestro velo sobre uno de los episodios más trágicos de la historia reciente de España. Los niños que llegaron a la URSS, unos cinco mil aproximadamente, fueron inicialmente objeto de un buen trato. Se les asignaron escuelas en las que conservaron maestros españoles y se les dispensó la enseñanza en su lengua natal. Sin embargo, la situación cambió radicalmente al producirse el final del conflicto, y especialmente desde el momento en que Stalin firmó su pacto de no agresión con la Alemania de Hitler. Para entonces, España había dejado de ser interesante para el dictador del Kremlin. No es extraño, por ello que, a la vez que cerraba las puertas a nuevos refugiados españoles, los niños fueran arrancados de su situación inicial para verse sumergidos en otra muy distinta. Obligados a estudiar predominantemente en ruso, debieron sumar a su actividad escolar trabajos físicos de notable envergadura. En invierno, semejante deber se tradujo en la tala de árboles previa al desayuno y en verano, en las más diversas faenas agrícolas. Este sistema de vida tuvo terribles consecuencias para los niños. No sólo se resintió su rendimiento escolar, sino también su salud. En el curso 1941-42, una inspección médica realizada por el Comisariado de Educación puso de manifiesto que más de un 50 % de los niños padecía tuberculosis y otro 30 % se hallaba en un estado de pretuberculosis. En ese curso no menos del 15 % de los niños había muerto. Pero la desgracia no se limitaba a los niños ya escolarizados. En buena medida, el destino de los recién nacidos resultaba peor. En 1940, en Krematorsk, de los catorce niños nacidos trece murieron a las pocas semanas de desnutrición. El cuadro --repetido en lugares como Gorki, Jarkov y Rostov-- se debía fundamentalmente a la actitud de las autoridades soviéticas, especialmente cicateras a la hora de entregar leche o medicinas a los españoles. En lugares remotos N o resulta sorprendente que algún mando del PCE creyera conveniente hacer a los adolescentes la recomendación de enrolarse en el Ejército Rojo como la única manera de eludir el espectro del hambre. Lamentablemente, lo peor quedaba por venir. La invasión de la URSS por Hitler dejó pronto de manifiesto las peores deficiencias del régimen soviético. Los ejércitos soviéticos sufrieron el efecto devastador de batallas de cerco en las que perecieron centenares de miles de sus hombres. Por lo que se refiere a las colonias españolas, no eran aún sospechosas y pudieron librarse de las deportaciones étnicas que el aparato represor de Beria realizó en paralelo a las derrotas militares. Aun así, su suerte distó de ser buena. Los niños fueron enviados a los lugares más remotos e inhóspitos de la URSS, que iban desde Samarkanda y Kakan, en Asia central, hasta las estribaciones de los Urales, ya en Siberia central. En Kransnoarmeinsk, dieciséis criaturas cayeron en manos de los alemanes, que los trasladaron al territorio del Reich con el fin de entregarlos a la Falange. No costó mucho trabajo convertirlos en baza propagandística. El futuro que esperaba a los niños españoles en sus distintos destinos se reveló horrible. Enfrentados al hambre y los malos tratos, no pocos se vieron obligados a someterse o a delinquir. En Tashkent constituyeron bandas dedicadas a perpetrar hurtos. En Samarkanda y Tiflis, las niñas prostitutas españolas --de las que no pocas quedaron embarazadas-- llegaron a hacerse célebres entre los jerarcas del partido. Ni siquiera los hijos de los héroes se vieron libres de aquella negra situación. Un hijo del coronel Carrasco, que había servido en el Ejército republicano y ahora enseñaba en la escuela militar Frunze, de Moscú, fue detenido mientras robaba en una panadería en Kakan. Murió en prisión de tuberculosis. Para muchos se fue abriendo camino la idea de que la única esperanza de supervivencia se hallaba en poder abandonar la URSS. Países como México --donde se asentaba una importante colonia de exiliados-- estaban más que dispuestos a recibir con los brazos abiertos a los niños. Sin embargo, ni la URSS ni el PCE estaban dispuestos a que se supiera la verdad del paraíso del proletariado y del trato que venía dispensando a los niños desde hacía años. La Pasionaria se convirtió, al parecer sin resistencia, en la pieza clave que impidió la salida de aquellas víctimas hacia otros países. Sus razones --reproducidas por Jesús Hernández, comunista y antiguo ministro republicano-- no podían ser más obvias: "No podemos devolverlos a sus padres convertidos en golfos y en prostitutas, ni permitir que salgan de aquí como furibundos antisoviéticos". Constituía toda una confesión de los resultados reales --ocultados por la propaganda-- de vivir en la URSS. Convertidos en delincuentes P uestos a delinquir, los niños españoles difícilmente hubieran podido hacerlo en un medio más difícil. Desde su establecimiento, el sistema soviético se había mostrado especialmente riguroso con los niños. En 1926, el Código Penal soviético ya había incluido condenas de campo de concentración y de prisión para los niños que hubieran cumplido doce años. Los resultados de aquella norma fueron fulminantes. Al año siguiente de su promulgación, el 48 % de la población del "gulag" tenía entre 16 y 24 años. Pese a todo, no pareció suficiente a los administradores del inmenso sistema. El 7 de abril de 1935 se decretó la pena de muerte también aplicable a los niños que hubieran cumplido doce años. La ferocidad del sistema no hizo ninguna excepción con los niños españoles. El campo de Karaganda, abierto en 1936, fue tan sólo uno de aquellos terribles enclaves donde los españoles --adultos y niños-- fueron explotados como esclavos y murieron de frío, hambre y agotamiento. Los testimonios hablan de sodomizaciones de niños en los traslados hasta Karaganda y de niñas sometidas a lo que eufemísticamente se denominó tranvía, es decir, una violación colectiva a manos de otros reclusos o de guardianes. Solía ser el antecedente de una jornada de trabajos forzados de diez horas con una dieta de hambre. El régimen de trabajo no lo era todo: a él se sumaba un universo donde los niños se convertían en "malolietki" --miembros de una banda de ladrones en el campo-- o en víctimas de cualquier "maloietka". La alimentación nada tenía que envidiar a la de los campos de exterminio nazis. Frenkel, el funcionario encargado de fijar las raciones del "gulag", había sido estricto: los que realizaban menos del 30 % de la norma recibían diariamente 300 gramos de pan y una escudilla de ba landa; los que conseguían entre el 30 % y el 80 % de la norma contaban con 400 gramos de pan y tres escudillas. Los que recibían menos no cubrían su desgaste físico, pero los que recibían mayor cantidad morían antes, porque el deterioro físico era más acelerado y el aumento de ración no compensaba. La suma de hambre, malos tratos y represión se tradujo pronto en resultados sobrecogedores. En 1943, cuando José Hernández abandonó la URSS, cerca de un 40 % de los niños españoles había muerto. A los supervivientes aún les quedaba por recorrer un vía crucis. Contra lo esperado ingenuamente por millones de personas, el final del conflicto no se tradujo en una amnistía de los presos de la URSS ni tampoco en una reducción de la represión. Pronto los tres millones y medio de reclusos que tenía en 1945 el "gulag" (sin contar los de las colonias penales y los de las cárceles) comenzaron a recibir lo que Solzenitsin denominó nuevas riadas. Fueron trasvases de polacos y húngaros, de ucranianos y soviéticos, de muchachas que habían confraternizado con los alemanes y de niños españoles. En 1946-47, éstos contaron con su propia riada. No se les consideraba seguros y desde luego los jerarcas del PCE, siguiendo su trayectoria previa, no estaban dispuestos a arriesgar su estatus para salvarlos. Aquellos seres a los que se había arrancado la infancia insistían en abandonar el paraíso soviético y lo pagaron caro. Por regla general, se les aplicó el art. 7-35 (socialmente peligrosos) o el terrible y polifacético 58-6, acusándoseles de espionaje... ¡en favor de Estados Unidos! En 1947, con ocasión del décimo aniversario de su llegada a la URSS, los antaño niños fueron reunidos en el teatro Stanislavsky de Moscú. No llegaban a dos mil. El resto --entre el 50 % y el 60 %-- había muerto o se hallaba atrapado en las redes del sistema concentracionario. Pero ni siquiera todos los supervivientes habían quedado convencidos de las excelencias del sistema. A pesar de que aquel año se les hizo firmar un documento en el que declaraban su voluntad de no abandonar la URSS y de que no faltarían los testimonios favorables al trato recibido (alguno galardonado incluso con el premio Pushkin 1987), los ejemplos de repulsa por aquel régimen no fueron escasos. En septiembre de 1957, 534 españoles lograron regresar a España. La historia de los niños españoles en la URSS constituye un drama sombrío, pero posiblemente uno de sus aspectos más escalofriantes fue el de la colaboración y el silencio de los jerarcas del PCE en aquel proceso de abandono, primero, y exterminio, después. Acomodados en condiciones privilegiadas que no deseaban perder, las excepciones a aquella norma de vergonzante silencio fueron tan escasas que pueden mencionarse casi al completo. En primer lugar estuvo Valentín González "el Campesino", que no pudo soportar el choque con la realidad que significó su conocimiento directo de la URSS. Horrorizado por el trato que recibían los españoles, no dudó en manifestar sus opiniones. Lo pagó siendo condenado al "gulag". Sus captores pensaban en deshacerse de él pero logró evadirse. Para los reclusos soviéticos que lo conocieron se convirtió en un auténtico mito de valentía. Solzenitsin llegó a conocer a una tal Zhora, que, en el campo de concentración, iba escribiendo una novela (nunca llegó a publicarse) sobre el Campesino. A su regreso a Occidente, el PCE hizo todo lo posible por silenciarlo. El caso de Jesús Hernández fue aún más escandaloso. Horrorizado por lo que denominó el país de la gran mentira, en 1943 lo abandonó --perdiendo a su madre y a su hermana en él-- y se atrevió a contar la realidad. Por lo que se refiere al secretario general del PCE, José Díaz, ya había sido enviado a la URSS antes de acabar la Guerra Civil. Progresivamente arrinconado por los soviéticos y por la Pasionaria, fue cayendo en una postración progresiva al comprobar que nadie atendía a sus quejas relacionadas con la situación de los españoles en la URSS. El 19 de marzo de 1942 cayó del cuarto piso en el que vivía, y murió en el acto. Se habló de suicidio --lo que encaja con su depresión ante la suerte de los compatriotas--, pero también de asesinato, por deseo de librarse de tan molesto testigo. Demasiado para el PCE Hernández y el Campesino fueron acusados de embusteros, de agentes del imperialismo, de traidores. De hecho, incluso los que continuaban su lucha contra el gobierno español de la época y podían jactarse de un impecable pasado antifascista levantaron su voz. En abril de 1948, José Ester (deportado de Mauthausen, número 64553) y José Doménech (deportado de Neuengamme número 40202) convocaron una conferencia de prensa en París en nombre de la Federación Española de Deportados e Internados Políticos. Su finalidad era denunciar la presencia de 59 presos políticos españoles en el campo 99 de Karaganda, en Kazajstán. Su denuncia venía justificada porque "habían conocido la dominación inquisitorial de la Gestapo y de las SS" y para ellos tenían un sentido "las palabras libertad y derecho de gentes".La realidad resultaba terrible para el PCE como para que éste aceptara desvelarla o, ya conocida, asumirla. Las condiciones en la URSS eran tan duras que no fueron pocos los que solicitaron abandonar el país con la intención incluso de regresar a una España gobernada por Franco. Por regla general, la respuesta de las autoridades fue radicalmente negativa. De los dramas que semejante actitud provocó es un claro paradigma la historia de Florentino Meana Carrillo y su hermano. Desesperado por salir de la URSS --a la que denominó "inmenso campo de concentración y de hambre"-- Florentino se bebió un vaso de ácido sulfúrico. Su hermano decidió vengarlo. Sabedor de que la Pasionaria era la única persona autorizada por las autoridades comunistas para conceder o denegar los permisos de salida de los españoles, el joven se dirigió armado con un cuchillo al hotel Lux. Su intención era matar a la dirigente comunista. Para fortuna de la Pasionaria, aquel día estaba ausente y José Antonio Uribes, el suplente del buró político, se convirtió en su nuevo objetivo. No le costó mucho contener al muchacho a la espera de que lo redujeran. Después se lo tragarían las fauces del sistema represor soviético. Historiador y profesor en universidades españolas y americanas, César Vidal (Madrid, 1958) es autor de obras como "La destrucción de Guernica" o "Los incubadores de la serpiente", en las que ha investigado diversos capítulos borrosos de la historia española y europea contemporánea, desde acciones bélicas de la guerra civil española hasta los orígenes ideológicos del nazismo. Conocedor del idioma ruso, Vidal se cuenta también entre los escasos historiadores españoles que han trabajado a fondo en los archivos de la antigua Unión Soviética, y de esta dedicación han surgido libros como "La ocasión perdida. Las revoluciones rusas de 1917" ´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´´ LA TUTORA Dolores Ibarruri, con un grupo de jóvenes españoles. La Pasionaria era la encargada del PCE de velar por los niños y refugiados acogidos en Rusia http://www.guerracivil.org/Diaris/sb1410f2.jpg 240---149

01 May, 2007

Tenaz voz de cambio entre oidos sordos

LA HABANA – Su mirada apacible y su buen humor no dan indicio de la complejidad de su vida, ni del fuego que lleva por dentro. Más bien irradian paz.

Pero a sus 72 años Eloy Gutiérrez Menoyo ha sido comandante revolucionario, líder contrarrevolucionario, preso político, promotor del diálogo desde el exilio y ahora activista que reclama un espacio para hacer oposición adentro. Nos recibió gustoso en el sencillo apartamento donde vive en un barrio obrero en las afueras de La Habana, aunque llegamos sin avisar. La residencia no es de él, es de una amiga que lo ha acogido porque desde que regresó en el 2003 no ha logrado que el gobierno le legalice su estatus migratorio y le conceda los correspondientes beneficios. Mientras tanto, el gobierno estadounidense le espera con una multa de $250,000 ó 10 años de cárcel por violar el embargo. “La posición mía, independiente, obligatoriamente es como un sándwich: estás contra la extrema derecha del exilio y estás contra la extrema izquierda”, explicó. Nos condujo a su rincón predilecto en la sala, donde ubican dos butacas frente a una ventana y un marco con una foto suya, de joven en el malecón habanero. Enciende un cigarrillo y comienza a recordar. Su familia llegó a Cuba “buscando tierras de libertad” tras vivir bajo el franquismo. Pero poco después fue el golpe de Batista y su hermano Carlos se inicia en la lucha contra la dictadura. A través de él comenzó a involucrase en el movimiento revolucionario. El hermano murió en un ataque contra el Palacio Presidencial y él asumió la jefatura de su organización y propuso abrir un nuevo frente, pero no fue secundado. Decide continuar independiente e iniciar el Segundo Frente del Escambray en el en centro de la isla. Esto fue el 10 de noviembre de 1957; tenía 23 años. “Al yo ponerme en contra del proceso han tratado históricamente de borrar todo lo que es el Escambray. Lo concentran ellos en (el Che) Guevara, en Camilo Cienfuegos, pero tanto Guevara como Camilo Cienfuegos vinieron a territorios liberados por el frente mío”, aclaró. Sin embargo, a un año del triunfo de la revolución comenzó a percibir las inclinaciones comunistas de Castro. Habló con Castro, quien, según recuerda, le decía que la Unión Soviética era tan imperialista como Estados Unidos. “Me decía, 'mira Eloy, nosotros estamos a 90 millas de Estados Unidos y tenemos que estar contra de ellos, pero si estuviéramos a 90 millas de la Unión Soviética tendríamos que estar contra los soviéticos, porque tan imperialista es uno como otro”, relata. ¿Cuándo pierde las esperanzas?, se le pregunta. “Cuando me doy perfectamente cuenta de que, por ejemplo, los cuadros principales en el ejército están controlados por los comunistas”, sostuvo. “Fidel es el primer disidente de la Revolución Cubana, porque yo sigo creyendo en esa revolución tan cubana como las palmas, de libertad con pan y pan sin terror, y ni de imperialismo que ahogue a los pueblos, ni comunismo que emplea el terror. Yo no soy disidente, yo soy opositor”, sostiene Gutiérrez Menoyo. La divergencia continuó, y él intentaba liderar actos para alertar a la población, pero eran “saboteados”. Es en ese momento que decide irse a Miami. Allí dirigió las operaciones paramilitares de la organización Alpha 66 y en 1964 realizó un desembarco con cuatro hombres en la costa noreste de Cuba para “levantar un frente guerrillero”. Lo estaban esperando, y terminó 22 años en prisión. Fue una experiencia dura, dijo, e incluso atribuye su pérdida parcial de visión y de audición a una paliza recibida en la cárcel por negarse a realizar trabajo forzoso. Sin embargo, no habla con rencor de ese período. “Llegué a una conclusión: el tiempo en presidio o te mata a ti o tú lo matas a él. Yo lo mataba jugando por allá con otro preso ajedrez, sin tener tablero de ajedrez, sin tener nada, haciendo canciones, poesía, cuentos, y así pues hice canciones, y canciones, y canciones”, rememora el dirigente, que se sostiene económicamente con aportaciones a Cambio Cubano. Pese a los fusilamientos que marcaron los primeros años de la Revolución, a él le perdonaron la vida porque el proceso estaba consolidado y había una historia suya y de su hermano. Tras salir de prisión, se va a Miami, pero con un aire distinto. Funda Cambio Cubano que deja las armas, rechaza las subvenciones de Estados Unidos y promueve cambios a través del diálogo con Castro. En 1995, con la apertura promovida por el entonces presidente Bill Clinton regresó a Cuba y fue el único opositor que tuvo entrevista con Castro. Fue un encuentro cordial, de unas tres horas, en las que el mandatario escuchó todo lo que tuvo que decir. “Le recordé la Revolución que él había proclamado, y la respuesta que me dio fue 'yo sigo creyendo en esa revolución'. Él cree en la misma que yo creo. ¿Por qué entonces no retoma las riendas de esa revolución que no sea sinónimo de falta de libertades, ni de dictadura? ‘No, la confrontación norteamericana me lo impide’. ¿Y si se sana esa confrontación? ‘Podríamos hablar'”, aseguró que fue la respuesta de Castro. Ocho años después, tras varios viajes a La Habana, decidió establecerse aquí sin autorización del gobierno cubano, para continuar su agenda y porque entiende que hay terreno fértil para otro partido. “El problema del partido único ya tantos años es aburrido. Hace falta que se entienda que la democracia se hace de la diversidad. Y no pasa nada, si ellos plantean una cosa y hay un grupo opositor que plantea lo contrario”, sostuvo. Desde entonces anda con una visa de visita familiar vencida, y esperando sin suerte tanto por la normalización de su estatus como por con los líderes del país para plantear sus propuestas. “Aquí estamos a ver si podemos hablar, pero lo que encontramos es oídos sordos”, manifestó. Según dijo, cada oportunidad que tiene plantea sus propuestas a los oficiales de gobierno que se topa en encuentros casuales. Entre sus propuestas está espacio para más partidos y la conversión de las empresas estatales en cooperativas mixtas, dentro del sistema socialista. “¡Pero si se están adueñando los trabajadores de todas las utilidades de cualquier empresa! Están robando a dos manos y no pagan impuestos. Cualquier capitalista quisiera poder hacer negocio así, robar, y no pagar impuesto. ¡Dales la empresa!”, dijo, a tiempo que señala que la medida ayudaría a subir salarios y productividad, y a reducir pillaje, porque los empleados se fiscalizarían entre ellos mismos. “(Esto) no es revolucionario, es robolucionario”, agregó. ¿A quién ha podido usted plantear estas preocupaciones del Gobierno? “A cualquiera que me encuentro y me da oportunidad… No es muy fácil porque no me quieren oír, porque cuando tú planteas argumentación, te plantean como respuestas tonterías (como que) ‘no, que aquí la calle es de los revolucionarios’. No, la calle es de todos los cubanos”, relata. “¿Es de los revolucionarios o es de nosotros que queremos una revolución? ...Quienes se oponen a ese cambio necesario en el país, pues desde mi punto de vista son los contrarrevolucionarios”, opina. Dice que entre la gente común sus planteamientos tienen acogida, pero que no están dispuestos a unírsele hasta que tenga un espacio legal. Aunque su relación con otros líderes de la disidencia es cordial, no hay proyectos en común porque no cree en las subvenciones de gobiernos extranjeros y por las infiltraciones de agentes, tanto del gobierno cubano como del estadounidense, que se han dado en el pasado. De hecho, piensa que un cambio en la actitud de Estados Unidos hacia Cuba ayudaría a producir un cambio en la isla. “Tiene que haber un cambio de una política de agresión y de injerencia hacia una política de buena vecindad. Yo te diría que la podríamos calificar como una política proactiva para Cuba”, sostiene. Pese a sus posturas y su disposición de conversarlas por doquier, dice que el gobierno lo ha dejado vivir en paz durante estos cuatro años de regreso en La Habana. De hecho, ha salido y regresado al extranjero tres veces sin visado, porque el oficial a cargo de su caso hace arreglos informales para que le permitan pasar por inmigración. “(Si) al regreso no me dan la visa, voy a ser el primero que llego aquí en una balsa”, les ha advertido. Por el momento, ofrece entrevistas a medios extranjeros, y aguarda por el momento en que le den acceso a los medios locales y le entreguen una residencia propia, donde pueda abrir una oficina con un rótulo grande que diga “Cambio Cubano”. Está determinado a pasar el resto de sus días en La Habana en esa lucha. “Yo he esperado, y espero lo normal. Después que no se quejen si salgo a protestar”, concluyó.